Avatar M-Reyna

[Apoyo C]
- Avatar: ¡Un momento, Reyna! Se te ha caído una cosa.
- Reyna: ¿Ah, sí? Mis disculpas; me despisto fácilmente.
- Avatar: Es un delantal, ¿no?
- Reyna: Sí, me han pedido ayuda con las tareas domésticas, así que...
- Avatar: ¿Qué tareas?
- Reyna: Las típicas: hacer la limpieza, cocinar, lavar la ropa, sacar la basura...
- Avatar: Ah, ya. Bueno, con lo eficaz que eres, me parece normal que te lo pidan a ti. Pero ¿tú estás de acuerdo? Es decir, dudo que esos encargos sean de tu agrado... Y lo último que quiero es que te sientas obligada a hacerlos.
- Reyna: No me supone un problema, así que os ruego que no os preocupéis.
- Avatar: Si estás tan segura, no insistiré más.
- Reyna: Ahora debo marcharme, con vuestro permiso. Tengo que preparar un estofado.
- Avatar: Ah, muy bien. ¡Suerte!

[Apoyo B]
- Reyna: ¿Qué sucede, Alteza? Tenéis la mirada perdida...
- Avatar: Perdona mis modales. Es que te veo y no te reconozco, Reyna.
- Reyna: ¿Qué queréis decir?
- Avatar: Pues que siempre te había considerado como una guerrera un poco sanguinaria... Pero es acabar el combate y te enfundas el delantal como si no hubiera pasado nada. El cambio resulta tan chocante que me descoloca un poco, he de reconocerlo.
- Reyna: Entiendo. Es cierto que el placer del combate no tiene parangón para mí. Hay quien dice que el olor de la sangre me trastorna, y puede que lleven razón. Pero eso no significa que deba odiar las tareas domésticas.
- Avatar: ¿Por qué crees que sientes esa inclinación por las armas y la guerra?
- Reyna: No estoy segura. Mi padre era un conocido magistrado de Hoshido. Si por él fuera, llevaría una vida bien distinta ahora mismo. No me permitía ni acercarme a una espada de juguete. De las de verdad, ni hablamos.
- Avatar: Demasiado protector, ¿no?
- Reyna: Sí, pero conmigo no tuvo suerte. Soy bastante rebelde. Así que siempre que tenía oportunidad, me iba a ver entrenar a los soldados. Cuando mis padres no me vigilaban, hasta les pedía que me dejasen participar. Y poco después ya mataba inhumanos junto a ellos. Yo estaba encantada, claro.
- Avatar: Te creo. He visto con qué pasión te empleas en el campo de batalla...
- Reyna: Lo malo es que mis padres se enteraron, y me obligaron a servir en el castillo. Este delantal me lo dieron como regalo de despedida, cuando decidí marcharme. Esperaban que renunciara a la guerra y que me convirtiera en una "dama"... Pero al llegar allí, le pedí al capitán de la guardia que me permitiese combatir.
- Avatar: Vaya... ¡menuda historia!
- Reyna: ¡Ay, mirad qué tarde se ha hecho! ¡Y yo sin preparar la cena! Lo siento, Alteza. Seguiremos charlando en otro momento, si os parece bien.
- Avatar: Claro, cuando quieras.

[Apoyo A]
- Avatar: Reyna, ¿podemos hablar?
- Reyna: Por supuesto, Alteza.
- Avatar: El otro día interrumpimos nuestra charla cuando se ponía emocionante. ¿Seguimos?
- Reyna: Ah, ya recuerdo. Nos quedamos en la parte en la que por fin me convertía en caballero. No es que sea muy interesante, pero si os apetece escucharlo, os lo contaré. Ingresé en la guardia al poco tiempo de ofrecerme al capitán. Desde entonces, me entregué en cuerpo y alma al entrenamiento. Comencé como auriga celeste, pero pronto empecé a destacar. La reina Mikoto se fijó en mí y me asignó a los jinetes kinshi. No os imagináis cuán orgullosa me sentía. Era un auténtico honor para mí. Pero... no para mis padres, por desgracia.
- Avatar: ¿Les pareció mal?
- Reyna: Sí. Al recibir la noticia, reaccionaron como si los hubiera traicionado. Por lo visto, pasaron días enteros llorando la deshonra que yo les había causado.
- Avatar: Rayos...
- Reyna: Desde entonces no he vuelto a hablar con ellos. Yo sigo queriéndolos con locura, y les agradezco lo que han hecho por mí. Por eso todavía me pongo este delantal cuando hago las tareas domésticas.
- Avatar: Lamento que hayas tenido que pasar por todo eso, Reyna. Y gracias por contármelo.
- Reyna: De nada. Soy yo la que debería agradeceros haber escuchado mis aburridas aventuras. Compartirlas con vos me ha quitado un pequeño peso de encima.
- Avatar: Me alegro. Siempre que quieras hablar con alguien, me tienes a tu disposición.
- Reyna: Sois muy amable, príncipe Avatar.


[Apoyo S]
- Avatar: ¡Por fin te encuentro, Reyna! O-oye, ¿estás bien? Pareces alterada.
- Reyna: No es nada, mi señor. Me daría vergüenza contároslo.
- Avatar: Por favor, no digas eso. Sabes que puedes confiar en mí.
- Reyna: De acuerdo. He estado dándole vueltas a nuestra última charla. En concreto, me he planteado si debería seguir poniéndome el delantal.
- Avatar: ¿Y eso?
- Reyna: Cada vez que hago tareas domésticas, siento que me traiciono a mí misma. Se me dan fatal, y solo las acepto por un sentimiento de culpa. No sé cocinar, limpio fatal y me dejo manchas en la ropa cada dos por tres... Por mucho que me esfuerce, mi trabajo siempre deja mucho que desear. Me gustaría complacer a mis padres, pero tengo que reconocer mis límites. Creo que va siendo hora de... colgar el delantal.
- Avatar: No te preocupes. No hay ningún motivo para que vuelvas a ponértelo.
- Reyna: ¿Cómo?
- Avatar: Es que... hace poco fui a visitar a tus padres.
- Reyna: ¿Q-qué habéis dicho?
- Avatar: Les hablé de tu valor en batalla y de lo mucho que te esfuerzas en tus tareas. Les dije que tu mayor ilusión siempre ha sido honrar el apellido de tu familia.
- Reyna: Y... ¿cómo reaccionaron?
- Avatar: Se pusieron a llorar. Pero de felicidad. Reconocieron lo orgullosos que se sienten de ti, y lo mucho que te echan de menos.
- Reyna: (...)
- Avatar: Así que, como decía antes, no tienes por qué volver a ponerte el delantal. Pero esa no fue la única razón que me llevó a visitarlos.
- Reyna: ¿Ah, no? ¿Y qué otra cosa podríais querer de mis padres?
- Avatar: Fui a pedirles tu mano.
- Reyna: ¿Mi mano? ¿Q-queréis decir que...?
- Avatar: Reyna, ¿quieres casarte conmigo?
- Reyna: ¡¿Qué?!
- Avatar: No quisiera presionarte. Si no te gusta la idea, no tienes por qué aceptar, claro... Pero no podía seguir escondiendo mis sentimientos. Espero que lo entiendas.
- Reyna: No digáis tonterías... Me habéis pillado desprevenida, pero ¡claro que acepto! Os habéis convertido en la única persona que necesito a mi lado a diario. No me imagino la vida sin vos.
- Avatar: Entonces, ¿aceptarás también este anillo?
- Reyna: Claro que sí.
- Avatar: ¡Qué alegría! ¡No te imaginas lo nervioso que estaba! Te quiero, Reyna.
- Reyna: Y yo a vos, Avatar.

Ir a la sección de Fire Emblem Fates