Mi fanfic: Fire Emblem Crossover

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Manzor
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Mensaje por Manzor »

Kaelin Rascanubes escribió:No había visto que tu también habías empezado un fic. No esta nada mal, pero por algún motivo se me esta haciendo leeeento, muy lento. Supongo que es porque ya conozco los personajes y se como van a responder y actuar, así que los toques de humor de Hector no me sorprenden, por poner un ejemplo, pero los dialogos estan realmente bien (Solo que eso, para cualquiera que conozca los personajes les vana resultar muy "estandar"). Supongo que esto cambiar poco a poco.

Y lo que me sobra mucho de todo esto es ese "Zas en toda la boca", la verdad xD
Cierto todo, ya advertí que me agrada irme por las ramas XD Esas pequeñas circunstancias cotidianas son como la sangre de la historia, así cuando llegue un momento trascendental, se notará más su efecto. O eso espero XD

El zas en toda la boca... Sobra totalmente, por eso me pareció gracioso XD De todos modos, te prometo que no lo recordaba, creía haberlo quitado XD. Pero es un fanfic, no lo considero algo "serio", quiero que sea esencialmente divertido y/o entretenido (no quiero drama en mis historias, aunque por donde voy, no creo que pueda evitarlo).

Era simplemente un guiño, para que pienses con quién puñetas puede andarse Héctor en ese mundo para que conozca la expresión. De hecho, quizá siga con el cameo de un sheldon del futuro que ha conseguido viajar a dimensiones de videojuegos... No, no, no soy tan mala gente... ¿o sí? XD

No, en serio. Eso queda en mi imaginación perturbada. Esto tiene que ser algo más clásico.

De todos modos, me agrada tu comentario. Porque significa que he logrado mantener la coherencia interna de los personajes, aún cuando he introducido rasgos de personalidad que no aparecen en los juegos. Eso significa que puedo modificar más cosas con comodidad, me daba miedo hacerlo y convertir a los personajes en marionetas sin vida.

Y bueno, la historia empieza a acelerar ahora. De hecho, quizás acelero demasiado, no estoy seguro. Quería que tuviera 15 capítulos como mucho (unas 100 páginas de word a tamaño 12), y no estoy seguro de si seré capaz de abreviar tanto, pero lo intentaré.

Manzor
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Mensaje por Manzor »

Ah, otra cosa: Eliwood no se ha declarado en realidad. Ha dicho que le gustaba, pero esta gente está en la edad media. Que te guste alguien es poca cosa en esa época. Esa expresión en sí misma significaba un alto grado de simpatía, aunque acepto que los personajes pueden intuirse otras intenciones mutuamente.

SkyKeeper
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Mensaje por SkyKeeper »

Pues igual, me imaginé la cara sonrojada de Mist, y todo el barullo que hice (?)
y ahora sabemos porque Mist usa espadas y no magia como cualquier otra Valkyria

:onion10:

Manzor
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Mensaje por Manzor »

Capítulo 5: La rosa muerta

- Esta promoción va a ser muy buena. La verdad, me siento algo emocionado.

Era Seth quien hablaba así. Acababa de entrar en la sala más alta de la Torre del Homenaje, donde se celebraban las reuniones de maestros, y del señor de Kair Ardulus, cuando lo había. Aquel día se celebraba un concilio convocado con algo de prisa. El director de la academia aún no había llegado. Únicamente Seth y Titania estaban presentes en la amplia sala redonda de la torre.

- La mayoría tiene mucho talento –asintió Titania-, lo mejor es que destacan en campos distintos. En la promoción anterior casi todos eran espadachines, pero tenemos a algunos lanceros potenciales realmente buenos.

Canas, profesor de historia (e instructor en magia Negra) y Moulder, de sanación y magia Blanca, habían llegado. La conversación fue por otros derroteros. Había una relación de camaradería entre los maestros de las distintas disciplinas, pero era difícil para un sanador charlar sobre el correcto uso de la lanza, y para un caballero no era fácil debatir sobre la forma más eficiente de cargar de energía un tomo de magia.

Un hombre entrado en años, con aspecto ligeramente maligno, y calvo, entró en la sala. Llevaba una pesada armadura de acero crudo, sin esmalte de ningún tipo. Era el único que llevaba armadura en la sala.

- ¡Wallace! –exclamó Titania-, no te había visto en mucho tiempo. Creí que vendrías a principio de curso, pero no apareciste. La instrucción en el uso de armadura de placas tiene que iniciarse ya, ¿no?
- Sí, Titania. Capto la indirecta.

La voz rasposa y grave del hombre casaba perfectamente con su aspecto.

- He estado… ocupado. Hoy sabréis por qué de todos modos.

Con esas palabras misteriosas, se sentó. Wallace era un veterano que había combatido por Kair Ardulus durante más de treinta años. Era común que el director del castillo lo enviara a hacer misiones especiales con asiduidad. Sin embargo, nunca había estado tan cerca de faltar a su instrucción.

Poco después llegó Syrene, una mujer de cabello largo y de una tonalidad verde claro. Era capitana de la guardia del castillo e instructora de jinetes de pegaso, aunque eso solamente sucedía durante el segundo y tercer curso de los alumnos.

Por fin, los profesores de Magia elemental y Táctica y estrategia llegaron. Calill y Saleh se sentaron. Saleh también actuaba como director en funciones del centro, no habían tenido un director real desde hacía años, desde que el último señor del castillo cayera en batalla.

Había sido el propio Saleh quien había convocado la reunión.

Calill se sentó con habitual actitud de superioridad, con cuidado de no ensuciarse sus ricas galas, y Saleh lo hizo con la calma de quien sabe cuándo va a suceder la tempestad, y decide guardárselo para sí.
Por fin, la invitada especial a quien todos esperaban llegó.

- Uy, llego tarde. Bueno, seguro que no habéis hablado aún de nada divertido.
- Bienvenida, señora Yune.

La mujer, radiante, casi brincó con su estrafalario vestido de colores hasta el asiento principal, a la cabeza de la mesa.

- Bueno, ¿de qué hablamos hoy? Espero que no sea algo tan aburrido como la última vez…
- Claro que no, señora, o no os habríamos convocado –dijo Saleh, con un tono sutilmente molesto que su interlocutora o no vio, o no quiso ver.
- Oh, qué estupendo, Saleh querido. Bien, contadme.

Yune había aparecido un día, de la nada, hacía más de veinte años. En aquel tiempo tuvo lugar el último ataque de los Mineros del Amanecer Dorado, un conocido grupo extremista antisistema, contra la fortaleza. El ataque surgió del subsuelo y hundió una de las torres del castillo, la torre este, la más antigua. Lo lograron construyendo un túnel que debilitó los cimientos y les brindó acceso al mismo tiempo a las entrañas del castillo. Fue un ataque brillante. Todo pudo haberse perdido debido al elemento sorpresa y la entrada demoledora del enemigo, pero de la nada surgió una mujer. Una mujer con un peinado extraño y ropa estrafalaria. Chilló como una niña, dijo algo como “¡NO ROMPÁIS MIS COSAS!”, y casi todos los mineros fueron desmaterializados. Los supervivientes huyeron aterrorizados ante aquella demostración de poder.

El señor del castillo murió en aquel combate, y Saleh se hizo cargo como director en funciones, con la ayuda de Wallace.

Tras interrogar a la extraña mujer, Saleh y Wallace llegaron a la conclusión de que la mujer no estaba bien de la cabeza, poseyendo una mentalidad parecida a la de una niña, un gran poder mágico y un carácter muy gentil y dulce. De hecho, tras desmaterializar a aquellos hombres y relajarse, lloró durante dos días.

Sin embargo, también llegaron a la conclusión de que no era beorc. En los veinte años posteriores no había envejecido, lo que confirmaba sus sospechas. Eso no era tan raro. Los laguz, o los mestizos, también envejecían de manera más lenta.

Ante la situación de temor y caos generada, esperando un posible nuevo ataque del Amanecer Dorado, Wallace y Saleh convencieron a la mujer de que se quedara y fuera la huésped del castillo, algo así como su “guardiana”. Ella pareció entusiasmada con ello, y se quedó. Tras aquel evento, la mujer dejó de estar asustada por su destructiva rabieta y pasó a estar contenta. Se quedaría para proteger “sus cosas”. De hecho, ella misma pareció aliviada cuando supo que los demás habitantes del castillo también lo protegían. Pasó a considerarlos a todos como su familia.

No la ocultaron a los alumnos. La inscribieron oficialmente como “personal de seguridad”.

Como el mismo Saleh (que paradójicamente fue quien ideó el sistema) había apuntado varias veces, aquello era una locura. Pero Yune tenía buen corazón y no interfería con los asuntos de los demás. Cantaba, bailaba de vez en cuando, y de hecho, era difícil no tomarle cariño.

Y aunque parezca increíble, nadie quedó muy sorprendido de verla a pesar de su actitud. La nobleza en Arsel podía llegar a degenerar bastante. Una mujer como ella irradiaba nobleza a su manera, de modo que nadie se quejó. Los prejuicios reinantes en el mundo jugaron a favor de la decisión de convertirla en miembro visible del consejo.

Así, Yune se sentó cómodamente y esperó, expectante, con su sonrisa inmadura surcándole la faz.

- Bien… -comenzó Saleh- Como ya sabéis los demás tras nuestro última reunión, hemos detectado una nueva sociedad secreta. Nuestros espías informan de su actividad en varios puntos de Crymea y Daein, y también en Lycia. Begnion afirma no haber detectado nada similar, y el sistema de inteligencia de Rausten reafirma que no se trata del Amanecer Dorado, siendo su líder asesinado hace veinte años y no habiendo detectado movimiento alguno que haga pensar en su retorno.

La estructura radial de su actividad reciente parece apuntar a la aldea de Ohma como sede.
- ¿Ohma? –dijo Seth- ¿Por qué Ohma? Es una pequeña aldea granjera…
- Lo sé –afirmó el mago-, para ser sincero, no tenemos ni idea. Quizá no sea algo tan siniestro después de todo. Quizá es una sociedad comercial que está preparando algún tipo de nueva red. Para averiguarlo, enviamos a Wallace.
- Por eso –intervino Wallace- yo fui a investigar. Me he hecho pasar por un viajero errante, he viajado durante dos meses, he preguntado y he hecho averiguaciones.
- Ese es el plato fuerte de nuestra reunión -dijo Saleh-. Dinos qué has descubierto, Wallace.
- La sociedad secreta trafica con armas en Ohma.

Todos se sorprendieron. Moulder, el clérigo, maestro de sanación, habló entonces.

- No se puede permitir. Debemos intervenir.

Canas y Titania hacían gestos afirmativos. Seth hizo un gesto de resignación. Y Calill dijo en voz alta:

- No se hable más. Propongo a Wallace para viajar a Ohma con el escuadrón de élite número uno y darle la vuelta a cada tejado hasta encontrar a los cabecillas. Que los ajusticien allí mismo. No vale la pena dar más vuelo a esos conspiradores.
- Creo que debería hacerse un juicio justo. Hay que examinar la situación con cuidado, o podríamos equivocar a los culpables -afirmó Canas.

Calill pareció contrariada, pero aceptó la decision de la mayoría al respecto.

- Pero Wallace empieza su instrucción ahora. Además, debe estar cansado –decía Seth-. Yo también conozco la región. No vale la pena reducir el nivel de nuestro curso por una pandilla de traficantes. Me ocuparé de ello.

Saleh quedó pensativo.

- Wallace, ¿estás de acuerdo?
- La verdad es que sí. Ciertamente creo que estos dos meses han sido una pérdida de tiempo. Los individuos que he encontrado no eran más que campesinos y comerciantes venidos a menos, pasándose armas oxidadas. A la larga, podrían ser una amenaza porque se desprende que su líder es inteligente (no ha sido fácil descubrirlos). Pero si atacamos ahora, creo que será un juego de niños.

Todos asentían. Excepto una persona.

- ¿Por eso me habéis hecho venir?

Las miradas se volvieron hacia Yune.

- ¡No ha sido nada divertido! ¡Wallie, vienes aquí por fin y sólo te pones a hablar de cosas aburridas! ¡Sois todos unos muermos y unos mentirosos!

La mujer se marchó. Se hizo el silencio.

- En fin… -repuso Saleh con cierto embarazo- Esperaba que las noticias de Wallace fueran algo más impactantes… Creí que podía ser una alerta roja. Me daba mala espina, pero supongo que me equivoqué. Titania –continuó-, sé que los nuevos ya se entrenan por sí mismos con el estafermo, y que la próxima semana comienzan las justas. Es un momento importante para todos, pero se me ha ocurrido que quizá Seth podría llevarse a un par de alumnos para aprovechar la oportunidad de que aprendan algo de acción. ¿Crees que se pueden permitir perderse el inicio de la temporada de justas?
- …No creo que haya problema. Estoy segura de que les enriquecerá. Seth podría llevar a los gemelos. Se complementan perfectamente y creo que ambos serán realmente buenos. Sobre todo el muchacho, tiene un don especial con la lanza.

Seth asintió.

- No subestimes a Eirika. Tiene una mente fría y es muy hábil con las espadas. Supongo que su padre enseñó a ambos durante años antes de enviarlos a la academia. Se dice de él que fue el mejor guerrero de su generación.
- Sin duda –confirmó Titania-, aunque está un poco lejos de mi tiempo.
- Afortunadamente el adiestramiento con espada ha ido muy bien –continuó Seth-, hacer una pausa ahora incluso podría resultar beneficioso a los muchachos. Se han vuelto precavidos, no creo que se maten si se les ocurre entrenar entre ellos. Prepararé el equipo.

Con todo resuelto, los lores salieron de la cámara.



- ¡Eliwood! ¿Lo has oído? –Ephraim parecía emocionado- ¡Eirika y yo nos vamos! Una misión especial, vamos a eliminar un nido de contrabandistas.
- ¡No puede ser! ¿Por qué no nos han avisado a los demás?

Eliwood se alegraba por su amigo, pero no podía evitar sentir envidia. La noticia había corrido como la pólvora. Los gemelos se iban con Seth y algunos miembros de élite de la guarnición a una misión en el exterior. Pero la contrariedad del pelirrojo no era nada comparada con la de Héctor, que no había parado de darse golpes en la cabeza contra la pared desde que lo supo.
- Da igual –contestó Lyn cuando Mist lo comentó algo asustada-, tampoco hay nada que pueda perderse ahí dentro.

Desde hacía unos días, Mist pasaba bastante tiempo con ellos. Desde que Ephraim se hiciera amigo de Ike, la actitud de los gemelos había cambiado. Al menos, la del chico. Eirika era amable, pero se abría menos que su gemelo.

- Tal vez deba buscar mi bastón de prácticas…

Eliwood, que conocía los excesos habituales de su amigo Héctor, rogó encarecidamente a Mist que lo hiciera.

- Después de todo nos tocará a nosotros aguantarle cuando se quede aún más tonto –asintió, resignada, Lyn.

Los gemelos se marcharon durante la clase de historia. Eliwood les vio montar sus caballos con sus bolsas, y junto con la guarnición y Titania en la cabeza, marcharon hacia la pequeña aldea granjera de Ohma.



Yune, en el jardín interior, disfrutaba acariciando las flores. Finalmente, cogió una rosa roja. La olió y sonrió feliz. De pronto, el rojo empezó a cambiar, y los pétalos de la flor se marchitaron mientras se volvían negros.

La extraña mujer dejó caer la flor al suelo, con expresión de miedo.

- ¿Por qué…? No… No, no, no…

Y Yune echó a llorar amargamente. Los siervos, contratados para cuidarla, se acercaron a consolarla, pero fue imposible. Sólo consiguieron que dijera:

- …Va a amanecer… amanecerá… ¿Qué voy a hacer…? –y no consiguieron sacarle nada más ni reconfortarla durante muchas horas.


FIN DEL CAPÍTULO
Última edición por Manzor el 12 Ago 2013, 20:21, editado 1 vez en total.

SkyKeeper
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Mensaje por SkyKeeper »

Pobre Yune.... su poder solo sirve para destruír...
y algo me dice que los gemelos no volvera con bien...
por favor Eirika..., tienes que volver...

:neimi:
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Manzor
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Mensaje por Manzor »

Capítulo 6: Serpiente

La ausencia de los gemelos se hizo notar para muchos. Ambos eran bastante silenciosos, pero sus pocas palabras solían ser de apoyo o aliento, y en los campos donde destacaban, siempre procuraban aconsejar y ayudar a los demás con respeto.

Para Eliwood fue particularmente triste. Héctor era un amigo más cercano que Ephraim, pero no podía charlar de cualquier tema con él. Si Eliwood intentaba sacar algún tema interesante relacionado con la historia o la filosofía, Héctor se dormía. En cambio, Ephraim y Eirika solían mostrar interés por esas cosas. Lyndis era, en ese sentido, parecida a Héctor. Aunque con mayor cortesía y tacto, Lyn evitaba los temas demasiado profundos.

Por suerte, Eliwood tenía a Mist. La joven resultó ser una excelente conversadora, que siempre tenía un punto de vista positivo que adoptar sobre cualquier cosa. Así, los días pasaron rápidamente.

De repente, habían pasado aproximadamente dos meses desde que iniciaran sus vidas en la academia. Titania era menos autoritaria y más humana que al principio, aunque tal vez esto se debiera a que los alumnos habían mostrado especial talento en sus enfrentamientos con el estafermo.

Los duelos a espada, incluso tras la partida del instructor Seth (o quizá precisamente por ello ya que el oficial que los supervisaba apenas les exigía limitaciones) eran más reñidos que nunca, y también más agresivos e interesantes. En tales duelos Mist había mostrado una notable mejoría. Por otro lado, Eliwood empezaba a destacar considerablemente, aunque el campeón invicto seguía siendo Ike. El estilo de Lyndis iba definiéndose, y era notablemente distinto al de todos los demás, casi tan peligroso y arriesgado como el de Ike, pero más veloz y vertiginoso.

Por otro lado, las clases de historia y táctica se hacían cada vez más densas y complejas, y exigían mayor estudio y preparación.

El estudio se veía especialmente perjudicado por las muchas distracciones que les rodeaban. Las más importantes eran dos eventos nuevos que todos aguardaban: En primer lugar, las justas, que eran la prueba mensual más popular de la academia. Funcionaban como entrenamiento de la Gran Carrera, una justa celebrada una vez al año, a final de curso, a la que se invitaba a numerosos dignatarios y nobles importantes de todo el mundo conocido.

De modo que aquellas justas mensuales, aquellos torneos "de entrenamiento" eran algo que todos los estudiantes guerreros aguardaban con ansia.

El otro evento importante era la instrucción en uso de armadura de placas. No era tan esperado por su contenido como por su instructor. El comandante Wallace era un hombre famoso y formidable, al que todos querían conocer. Cuando lo hicieron, no se llevaron una decepción.
Wallace era un hombre extraño. Algunos alumnos creían que estaba loco, otros, que era un genio. La respuesta correcta estaba probablemente entre ambos extremos.

- James, ¿verdad? ¿El hijo del rey de Frelia? Pues eres todo un canijo, chaval. –dijo el primer día, mientras los alumnos intentaban ponerse las armaduras, algo que resultaba más complicado de lo que habían pensado.

James, que tenía un orgullo mucho mayor que su estatura, adoptó un gesto de condescendencia, y miró hacia otro lado despreciativamente.

La respuesta no se hizo esperar. Wallace le agarró por la pechera y casi lo levantó del suelo. El joven quedó perplejo, pero no se dignó a decir una palabra. Borró la expresión de temor rápidamente de su rostro para sustituirla por una mirada acerada.

Wallace, inesperadamente, sonrió. Soltó despacio a James y para sorpresa de todos, incluso le sacudió el polvo. El joven siguió sin decir nada, y recuperó su mirada altanera, mientras se trataba de abrochar la coraza de la armadura. Wallace se quedó cerca, con una sonrisa en el rostro. El silencio de los alumnos era sepulcral, todos prestaban atención a la escena. Cuando James terminó de abrocharse la coraza, el instructor Wallace le dio un empujón. No fue un empujón muy fuerte. Sin embargo, fue bastante. James perdió el equilibrio y fue incapaz de recuperarlo. El peso de su coraza lo derribó.

Wallace se quedó allí plantado, viendo cómo James luchaba por levantarse, y riendo.

Eliwood no pudo soportarlo y se acercó a ayudarle. El instructor se plantó en medio, y ya no sonreía.

- Eliwood… sí… tu padre era un jinete decente, creo recordar. Pero creo que no te he llamado. Intenta acercarte y te hago pedazos, ¿captas?

El pelirrojo se quedó paralizado. Miraba a James y a Wallace, pensando si aquel hombre estaba realmente loco, y si valía la pena contrariarlo.

No fue necesario, porque alguien más se acercó. Una chica dio la mano a James y le ayudó a levantarse mientras Wallace amenazaba a Eliwood. El instructor se dio la vuelta y vio la escena.

- Vaya, vaya. Estoy seguro de que me has oído hablar con el chaval, Tana. Es muy bonito que ayudes a tu hermano. Pero dime, James, ¿qué se siente al necesitar la ayuda de tu hermanita para levantarte?

El príncipe de Frelia reaccionó inmediatamente apartando de un empujón a su hermana. Ésta se quedó cortada, y se empezó a alejar.

- No te vayas lejos, muchacha –dijo Wallace, sin sonreír ni hacer aspaviento alguno-. Tu hermano te necesitará. Tal como es, probablemente su vida dependerá de ello. Pero no esperes que te llame, o morirá.

Tras esas enigmáticas palabras, que el mismo James no estaba seguro de si interpretar como una amenaza o un consejo, Wallace miró al resto.

- Veo que ya casi todos os habéis puesto las armaduras. Tened en cuenta que eso no es más que una parte de… ¡Por la diosa, el grandullón, Héctor! ¡Te la has puesto al revés! ¿Cómo puedes no haberte dado cuenta? Ike, ayúdale, parece que sabes cómo se hace. Esas correas están perfectamente ligadas.

Mist no recibiría aquella instrucción, y Eliwood se alegraba. Wallace no le caía nada bien, y no creía poder soportar que se metiera con ella como lo había hecho con James. El pelirrojo no creía que la chica pudiera soportar los treinta quilos de peso de la coraza. De hecho, él apenas podía.

- Bueno, chicos, os veo muy quietecitos. Vamos, moveos. A ver cómo os sentís con esos vestiditos nuevos. ¡Desfilad!

Los alumnos se miraron, y ante la insistencia del instructor, empezaron a caminar por la zona, improvisando una fila. Era duro. La armadura no sólo pesaba, sino que se clavaba en el cuerpo. Incluso al mover el cuello, la piel se rozaba contra el metal y resultaba doloroso. Era imposible luchar así.

Quien más cómodo estaba era Héctor. Tras ponerse la armadura correctamente, parecía como pez en el agua. Tal vez la incomodidad de ponérsela al revés le hacía sentir mejor ahora que la llevaba correctamente, o tal vez su facilidad se debía a que tenía la fuerza para usarla.

Pero Ike, que también era fuerte, no parecía cómodo en absoluto. El muchacho sabía ponerse la armadura, pero se le notaba incómodo y rígido con ella.

- Señor, ¿no usamos el relleno acolchado? –preguntó.
- Muy buena pregunta –contestó Wallace- No.

Todos esperaban alguna palabra más, pero finalmente se dieron por vencidos y continuaron paseándose sin sentido por el campo.

- Muy bien, niñatos. Escuchad.

Wallace habló, y su voz parecía capaz de atravesar las paredes.

- Lleváis una coraza de treinta quilos de peso. Sabed que es ligeramente más pesada que las corazas normales. Pero aún así pesa menos de lo que pesaría la armadura de placas completa. Sin embargo, si os las diera ahora parecerías palos rígidos, planchas de metal si lo preferís. Primero quiero que os habituéis al peso. La armadura de placas es el mayor avance en defensa de la historia, es tecnología moderna. Para casi cualquier cosa.
- Bien –continuó el instructor-, yo SÍ LLEVO LA ARMADURA COMPLETA. Mi armadura es de acero puro, y pesa sesenta kilos. Y ahora voy a dar un paseo. Quien no sea capaz de seguirme, hará cien flexiones con la coraza puesta esta noche. ¡Enderezaos! ¡¿Estamos?! ¡Adelante!

Wallace echó a correr por el campo de instrucción. Todos trataron de seguirle, pero era imposible. Eliwood apenas podía trotar. Miró hacia atrás y vio a Erik y James, que aguantaban como podían, por la cola. Las chicas estaban bastante más atrás, a pesar de que a Eliwood le parecía que sus petos eran más pequeños y debían pesar menos. Lyn no se separaba de James, pero Tana y Shiida parecían incapaces de seguir el ritmo, y se iban quedando aisladas detrás.

Eliwood miró adelante mientras jadeaba. Héctor iba el primero, con Ike tras él. Sorprendentemente, Franz, que solía parecer joven y delicado, también aguantaba bien el ritmo.

A Wallace ya casi ni se le veía.



Eliwood llegó caminando. Había tardado una eternidad, pero no todos habían llegado. James llegaba casi arrastrándose por detrás de Erik, cuyo rostro congestionado por el esfuerzo parecía indicar infarto inminente. Las chicas no aparecían por ningún lado. Wallace esperaba felizmente, con su sonrisa lobuna de oreja a oreja.

- Sois un atajo de inútiles. La mayoría apenas habéis llegado con vida.

Nadie respondió. Aún no habían recobrado el aliento. Eliwood tenía magulladuras y heridas producidas por la armadura. Odiaba aquél trasto, y si era por él, le daba igual ir desnudo al campo de batalla. No llevaría ese cacharro.

Por fin, Lyndis apareció. Venía muy despacio, y tenía aspecto enfermo.

- Señor… no creo que lleguen Tana y Shiida…

El hombre la miró.

- Menudas inútiles estáis hechas. Qué vergüenza. Y pensar que Titania dijo que érais cuando menos, competentes.
- Señor… -Lyndis estaba exhausta, pero siempre tenía fuerzas para presentar batalla- No es justo… señor… Somos mujeres… no se nos puede pedir…

Wallace arqueó las cejas.

- ¡Y además lloriqueando para que se os dé un trato de favor! Patético. ¡Vosotras os alistasteis en la instrucción con armadura pesada! ¿Y ahora me vienes con esas?

Lyndis se mordió el labio para no hablar. Ciertamente, la acusación de Wallace era injusta. La instrucción con armadura pesada era obligatoria a quienes eligieran justas.

- ¡Demuéstrame que me equivoco! ¡Demuéstrame que no eres un gusano!

Aquello era más de lo que Lyndis podía soportar. La mujer de coleta verde no tenía buen carácter. Era dura, despiadada y algo cínica, aunque no lo aparentaba porque el primer aspecto que mostraba de sí misma era su gentileza. Pero no soportaba a los abusones, y tendía rápido a la ira. De hecho, se parecía bastante a Héctor… en una versión mucho más encantadora, claro.

En aquella ocasión el vaso se había colmado, y se estaba derramando en todas direcciones. Lyndis se inclinó y sacó un cuchillo que siempre llevaba encima. Era en realidad una daga, la misma con la que solía cazar moscas para impresionar a sus compañeros. Pero en aquella ocasión hizo algo que nadie esperaba que hiciera.

Arrojó la daga, con una velocidad aterradora, a pesar de su agotamiento. La daga fue lanzada en dirección a Wallace.

Sin embargo, no le tocó. Chocó contra el tronco de un árbol, justo tras él. Lyndis se inclinó, exhausta, y cayó en cuclillas.

La atmósfera era tan densa que podía masticarse.

- ¿Eso es todo, mocosa?

El tono de Wallace resultaba aterrador. Eliwood lo sabía. Todos lo sabían. Era un intento de agresión. Lyn sería expulsada, tal vez incluso ejecutada. Wallace era alguien muy importante, uno de los grandes hombres de su era. ¡¿Cómo podía haber hecho eso?!

Pero ella se limitó a levantar la mano y señalar. Wallace se volvió y miró el árbol.

La daga se había clavado sobre la madera… No. Sobre algo que parecía madera. Era una serpiente marrón, de ojos grises. Eran conocidas por su veneno potente, y por ser caníbales. Aquellas serpientes cazaban otras serpientes.

El árbol estaba a unos quince metros de Lyndis. ¿La había visto de verdad? Como única respuesta, se oyó su voz.

- No soy un gusano… señor. Soy una serpiente.

Wallace volvió la mirada, y era imposible saber lo que pensaba.

- Muy bien. Eres la tercera mujer que me consigue cerrar la boca en toda mi vida. –Sus ojos brillaron-. No volveré a llamarte gusano. A partir de ahora te llamaré “serpiente”. ¡Eh, Serpiente!
- …¿Señor?
- Vas a hacer cien flexiones… y vas a empezar ahora.

Pero era evidente que Lyn le había impresionado.

- ¡¿Qué miráis vosotros, gusanos?! ¡Vais a hacer cien flexiones, ahora! ¿Cómo que si has llegado? ¿Acaso me has seguido de cerca, Héctor? ¿Has aguantado mi ritmo? ¡Pues a hacer flexiones!

Refunfuñando, Héctor se agachó como el resto para hacer las flexiones. Aquel fue el día más agotador de la vida de Eliwood. La noche se adentró y se quedó dormido sobre la hierba mientras intentaba en vano volver a levantar su peso y el de su armadura.

Durante los días siguientes, los despertares en el campo de instrucción se volvieron bastante habituales…


FIN DEL CAPÍTULO

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Tenía que dar tiempo a que fermentara la historia principal. Aprovechando, decidí mostrar algunos otros aspectos de los personajes. En concreto, la Lyn de mi historia tiene un carácter más fuerte y duro que la de los juegos, y también más enigmas. No quiero darle demasiado protagonismo, así que intentaré que cada protagonista tenga sus momentos especiales antes de que el fanfic acabe.

SkyKeeper
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Mensaje por SkyKeeper »

Interesante, muy interesante, Lyn mostrando su rostro, Mist cargando el peso..., no necesitamos que pierda mas vel (?), aunque quizas eso le ubiese dado mas con (?)

Shiida, ¿eh?, me pregunto si tambien estará Marth, bueno, sigue así, me he divertido, ese Wallace es un loquillo (?) (se nota que es amigo de Renault :onion13: )

:onion20:

Manzor
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Mensaje por Manzor »

^ Siempre pensé que Wallace tenía cara de perturbado. Prejuicios aparte, me pareció un personaje más aprovechable. En el juego apenas lo nombraban, pero se notaba que tenía su historia.

Por otro lado, James me caía muy bien, pero su actitud me parecía un tanto inmadura. Necesita espabilar.

Manzor
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Mensaje por Manzor »

Capítulo 7: Preparativos

Eliwood se despertó con los gritos de Titania. El sol apenas se filtraba por la ventana.

Aquello era lo normal. Se incorporó y se restregó el rostro, cargado de pereza. “Al menos –pensó- hoy no he despertado en el campo de instrucción…”

Al principio, los alumnos se habían sentido intimidados ante Titania, que entraba en el barracón de los chicos por la mañana sin importarle que pudieran no estar “presentables”. Pero eso ya les parecía irrelevante. La instructora podía ser atractiva, a su manera, pero tras soportar sus gritos y sus castigos, ninguno la veía como una mujer.

Era su oficial-jefe. Se asignaba uno a cada grupo de especialidad, que variaba cada año. Titania era la oficial-jefe responsable de los novatos que se instruían en la especialidad de combate directo.

Canas era el encargado de los alumnos especializados en combate táctico (nombre oficial del combate mágico), y Moulder se ocupaba de los especialistas en sanación.

Lyndis entró en el barracón sin que los demás le prestaran atención, demasiado ocupados tratando de soportar los gritos de su instructora, que exigía “¡Verticalidad inmediata, gandules!”.

Cuando Eliwood, medio dormido, se dio cuenta de que la joven estaba ahí, se tapó rápidamente con la sábana.

- ¿Qué se supone que estás haciendo? –dijo casi atragantándose con las palabras- ¡Éste es el barracón de los varones! ¡Vete al tuyo!
- Bah, déjate de ñoñerías. La instructora Titania está ahí y bien que te daba igual que te viera en calzones.
- C-cállate… Ella es… B-bueno, da igual. ¿Qué quieres, Lyn?
La chica cambió su actitud, que se tornó seria.
- Estoy preocupada. Quería hablarlo lo antes posible. Las justas empiezan mañana.
- Sí.
- Y no estoy preparada. En absoluto. Como tenemos la mañana libre, he pensado que quizá querríais ayudarme tú y Héctor.

Era verdad. Eliwood había olvidado completamente que el día antes de la justa se dejaba libres, para que los alumnos entrenaran y planificaran sus intervenciones. El alto nivel de las justas de jinete era una de las cosas que mantenía el buen nombre de la academia. Se les daba mucha importancia. La Gran Carrera al final del curso, se consideraba una especie de examen final. No hacía falta ganar para superar tal prueba, pero sí mostrar un dominio experto en la monta y el uso de la lanza a caballo y la armadura pesada.

- Por favor, no quiero hacer el ridículo…

Era tan raro ver a Lyn adoptar esa actitud, que Eliwood no pudo decir que no, a pesar de que le habría gustado descansar un rato y dormir más tarde… Cuando Titania no estuviera tan cerca.

- Vale… pero ¿has hablado con Héctor ya?
- ¿De qué hablas? –contestó Lyndis- Si está ahí dormido. Titania no para de gritar, pero ni se ha inmutado.

El pelirrojo se fijó en la cama de al lado y vio que seguía roncando, con las sábanas completamente deshechas. Su aspecto era bastante indecente. De pronto se dio cuenta de por qué le brillaban los ojos a la joven.

- ¡Lyndis! –era Titania quien hablaba- ¡Largo de aquí! ¡Deja de entretener a estos vagos! ¡Vosotros dos! Eliwood y Héctor… cada mañana es más difícil levantaros. ¿Lo hacéis para fastidiarme? ¡Dos vueltas al campo de instrucción número 2! ¡Al trote! ¡Ahora, ahora, ahora!

Héctor despertó sin tener ni idea de por qué tenía que dar dos vueltas al campo de instrucción. Sin embargo, a esas alturas el campo de instrucción dos ya estaba dominado. Habían mejorado físicamente, y las dos vueltas no les llevaron más de quince minutos. Tras aquello, pudieron empezar a ayudar a su amiga. Fueron a las caballerizas, y empezaron a ensillar sus caballos.

- De verdad… no sé por qué Titania me odia tanto. Quizá es que ve un rival en mí. ¿Lo habéis pensado? Al fin y al cabo, soy tan bueno con el hacha como ella.
- Más quisieras, Héctor. –Comentó Eliwood.
- Parece que aún no has despertado –corroboró Lyn.
- Cuánta contrariedad –meneó la cabeza el interpelado con la actitud de quien se siente traicionado, aunque sin dejar de sonreír.
- Además, aún no entiendo eso. –Continuó la chica- ¿Por qué tuvo que sacar las hachas el primer día? Desde entonces hemos combatido con espadas…
- Después de las hachas, las espadas son fáciles –respondió Eliwood.- La verdad es que concuerdo contigo, Lyn. No puedo creer que las hachas fueran pensadas como armas de guerra, me resultan muy incómodas.
- Par de quejicas. –Terminó sucintamente Héctor.

Cuando salieron al campo el cielo estaba nublado. El día se estropeaba con rapidez. Lyn había cogido la armadura de placas incompleta que usaban de momento. Se notaba que simplemente llevar su peso ya le costaba trabajo.
Con la ayuda de sus dos amigos, se puso enseguida la coraza.

- ¿Cómo lo hacéis? No consigo acostumbrarme. Es un peso enorme. Me siento encerrada, constreñida. Atrapada. Casi me da claustrofobia.
- Es cierto. No te gustan los espacios cerrados, ¿no?
- Me crié en las llanuras de Sacae. No soy una de esas aristócratas malcriadas como… en fin, como vosotros, chicas.

Quiso el azar que justo tras esa pulla, tratara de subir al caballo, siendo rechazada de inmediato gracias a la intervención de la gravedad. No tenía fuerzas para subir con la coraza puesta.

- Lyn, estás flojísima –dijo Héctor.
- Excepto por la bocaza que tienes, debe ser eso lo que te pesa tanto. –Continuó Eliwood con sorna.
- Oh, deja de tomarme el pelo.

Lyn parecía genuinamente frustrada.

- Wallace se reirá en mi cara.
- Ignóralo –aconsejó Eliwood.

Ella parecía reacia. Entonces, Héctor, que había estado pensando, sugirió algo.

- No lleves armadura.
- ¡¿Qué?! –contestaron al unísono los otros dos.
- Sin la armadura no me dejarán participar, Héctor. Me destrozarían, incluso con las lanzas de punta de madera. Seré mantequilla en segundos.
- No tiene por qué ser así –disintió.- Mira, eres delgaducha.
- Sigue así, vas bien –dijo en tono gélido la muchacha.
- A ver… Si te aferras al caballo y te abrazas a su crin… Casi parece que formes parte de él. No veo cómo podrían darte, las reglas dicen que debe golpearse el cuerpo del jinete, ¡pero nunca al caballo! Es una cuestión de honor.

Ahora los otros pensaban.

- Y si no llevas armadura, tu caballo será más veloz y más ágil, podrás maniobrar mejor con la lanza también. Desde que usamos la coraza, el estafermo casi vuelve a ganarnos la partida. –terminó Eliwood.
- No sé si acaba de gustarme eso, chicos. Si con las corazas perdéis precisión, podrían darme a mí a pesar de las reglas, por mucho que me pegue al animal.
- No, eso es descalificación inmediata y una mancha en el expediente –dijo Eliwood-, además, una cosa es fallar el escudo de un caballero en el centro, pero otra es darle a su caballo en lugar de a él.

Todos quedaron pensando.

- No podemos hacer que aprendas a usar armadura pesada para mañana –continuó Héctor- y si nos empeñamos, perderemos el tiempo. Tienes que desarrollar musculatura. Con el tiempo lo harás, pero no te queda tiempo. ¿Qué van a hacer Tana y Shiida?
- Pues… supongo que se pondrán la armadura y subirán con ayuda al caballo. Que es lo que debería hacer yo también.
Resignados, la ayudaron a montar. Pero cuanto más cabalgaba, más se complicaban las cosas. Soportar el peso de la coraza limitando sus movimientos, y sumarle el peso de la lanza y la necesidad de maniobrar con ella y el caballo era demasiado… Los ensayos iban mal.
- Al menos prueba quitándote la coraza –insistió Héctor.

Finalmente, Lyn lo hizo. Cabalgó hacia el estafermo de prácticas y…
El resultado fue fulminante. El aparato ni la tocó. Ella consiguió apuntar a la lanza y luego echarse hacia delante para fundirse con la crin del animal.

- Has mejorado mucho con la lanza, pero al ponerte la armadura parece que tu cuerpo pierda la memoria de tus movimientos… -Afirmó Eliwood.
- Necedades filosóficas aparte –cortó Héctor-, creo que lo harás bien de este modo. Sólo tienes que acostumbrarte a agacharte.

Héctor y Eliwood practicaron un poco, pues Lyndis parecía perfectamente capaz de lidiar ella sola con el estafermo, mientras no llevara la coraza. De hecho, a Eliwood le sorprendió su habilidad.

- ¿Vas a solicitar instrucción en combate con lanza de infantería? Creo que serías buena.
- No, no. En el segundo año pediré la instrucción adicional con el arco. En Sacae se valora mucho a los arqueros.
- Entiendo… es una pena. –Dijo Eliwood.- Aunque tampoco a mí me agrada mucho la lanza…
- ¡Embustero! –gritó Héctor cuando pasó al trote ante ellos.

Siguieron practicando. Aunque Lyndis estaba temerosa de que no le permitieran participar (algo que Eliwood encontraba más que probable, aunque no dijo nada), la joven mejoró tanto en precisión y velocidad, que se relajó. Incluso si se ponía la coraza, algo de la mejora tenía que seguir ahí.

A la hora de comer, Mist apareció por el campo de instrucción, donde sabía que los encontraría, para ir todos juntos al comedor.

- Vaya, Lyn, qué miedo das con esa cara de concentración. –Comentó la joven, aunque desde luego no parecía asustada en absoluto.

Lyndis estaba agotada y sudorosa.

- Ya… creo que voy a dejarlo por hoy. Veremos lo que pasa, cuando me presente sin armadura.

Mist tenía instrucción de esgrima, táctica, historia, teoría mágica y sanación. Pero las justas eran muy populares, y no le costó hilar ideas.

- Espera… ¿vas a participar en la justa de mañana… sin armadura?
- Sí… creo que puedo hacerlo bien.
- ¡Es…! ¡Es una locura! ¡Te matarán! –Mist parecía escandalizada.
- No, no creas –se defendió Lyn-, no es para tanto, yo…
- Por favor, prométeme que no lo harás.

Mist cogía cariño enseguida a la gente. Era algo que Eliwood admiraba en ella, su capacidad de amar. Sin embargo, Lyndis pareció muy sorprendida.

- Mist, eres una buena chica, pero no eres mi madre. Haré lo que me parezca oportuno. Todos los que elegimos luchar corremos riesgos. No necesito amigas que me den consejos como “no lo hagas, es muy peligroso”. Si es cuanto tienes que decir, mejor déjame tranquila.

Y se marchó, ofendida. Mist pareció muy triste.

- Lo siento –decía-, pero no podéis permitirle que haga eso…
- No seas tonta –le respondió Héctor-, los instructores y profesores no la van a matar. Nadie ha muerto en la academia desde décadas. Si realmente es tan peligroso como dices, no le dejarán hacerlo.

Al alzar la mirada, sin embargo, su mirada parecía muy decidida y segura.

- Pero si la dejan participar, se llenará de gloria. Lyn tiene su propio estilo. No se parece al mío, pero es increíble. Estoy seguro de que superará cualquier desafío que le propongan sin dejar de ser fiel a sí misma. El combate sin armadura es simplemente parte de ella, estoy seguro, por cómo se mueve.

Eliwood no solía ver a Héctor tan seguro de nada que no estuviera relacionado con su propia destreza, ni tampoco tan sagaz. Se preguntó qué otros aspectos de su amigo aún no se le habrían revelado. Era una persona más complicada de lo que parecía.

Pero personalmente, el pelirrojo no era tan optimista. El triunfo de Lyndis le parecía incierto, y aunque no lo expresara, temía por su vida casi tanto como Mist. En su fuero interno rogaba para que los maestros le prohibieran participar sin portar armadura.

Mist se mordía el labio inferior.


FIN DEL CAPÍTULO

Manzor
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Capítulo 8: Nubes de desesperación

Llovía. Titania se asomaba a una balconada del primer piso del castillo. El cielo sobre el enorme edificio no podía ser más oscuro en plena mañana.
Sería una justa difícil. Incluso con las reglas especiales de los novatos (no llevarían armadura completa y tan sólo una visera para evitar astillas en los ojos), las cosas se complicarían.

Para empezar, ese año el entrenamiento de armadura pesada se había programado más tarde de lo habitual. Los chicos tenían problemas para manejar las corazas pesadas, y las chicas aún no habían desarrollado las fuerzas para estar en igualdad de condiciones.

No les daría un trato especial. Si de algo estaba segura Titania, era de eso. Ella misma había estado en su lugar, y fue capaz de ganar más justas que nadie durante su formación. Si sufrían y perdían, eso sólo las curtiría y las haría mejorar. Si se daban por vencidas…

Entonces merecían marcharse de aquel lugar y no volver jamás.

El ánimo de la veterana pelirroja estaba muy bajo. La lluvia solía tener ese efecto en ella. Le apetecía luchar, golpear cosas con su hacha de mango largo. La vida de una guerrera en época de paz era penosa. Ser instructora no era lo peor que podría haberle pasado, había algo enriquecedor en enseñar la disciplina básica a esos jóvenes aristócratas que algún día llevarían el peso del mundo civilizado.

Pero siempre echaba de menos el campo de batalla. No pensar mientras luchaba. La sensación de los músculos agotados y los enemigos derrotados a su alrededor. Confiar plenamente en sus hombres y sus superiores porque si no lo hacía, sus vidas no valdrían nada, no durarían. Saber que cada paso podía ser el último, y aún así, no darle vueltas y seguir adelante. Llegado un punto, corrías el riesgo de dejar de tener miedo. De entender la lucha como una rutina, y esa era la mayor amenaza para los veteranos más poderosos. Eso era lo que los derrotaba a todos tarde o temprano. El miedo les mantenía con vida. Había que aprender a atesorarlo, a proteger el miedo y vivir con él, como un hijo que va siempre contigo.

Pero el miedo es un hijo que se puede volver contra ti. Cuando una batalla iba mal, los soldados a veces dejaban de prestar atención al superior. No prestaban atención al toque de retreta, con lo que eran masacrados, o se retiraban pronto, rompiendo las líneas. Esa indisciplina provocó la muerte de muchos amigos de Titania en las viejas guerras. La disciplina era lo más importante en las tropas. Mucho más que las viandas, y más que los escudos.

La disciplina permitía utilizar el miedo. Si el miedo era la espada del guerrero, la disciplina era el músculo que permitía blandirla.

Y para los jóvenes nobles, era lo más difícil de adquirir. Ahora había nuevos reyes en el este, y el mundo se había relajado. Ya no había más guerras. Y Titania estaba cansada, muy cansada, de esperar a que algo sucediera. Cansada de prepararse para una batalla que no llegaba.

- Señora Titania…

La mujer apenas giró la cabeza y vio a un muchacho con capa de terciopelo. Sin duda era un alumno de la especialidad de combate táctico, un aprendiz de mago.

- Señora, os llama el maestro Saleh. Está en la torre del homenaje, en la sala de reuniones.
- ¿Ha llamado al resto?
- No, señora. Sólo a usted.

El chico se retiro con una leve reverencia. La mujer se encaminó a la torre. Debía de haber sucedido algo con Yune…



- Por fin llegas, Titania. ¿No podías ser más presurosa? –Fue el saludo inicial de Saleh-, Me temo que hemos cometido un desatino.
- ¿Qué sucede? Habla sin aspavientos, pareces Bastian, y ya tuve bastante de él en la… Da igual. ¿Qué pasa?
- Verás… ¿estás al corriente de la enfermedad de Yune?
- Sí… Nunca estuvo muy cuerda, pero hace poco empezó a delirar y perdió la coherencia. ¿Por qué? ¿Ha empeorado?
- ¿No estuvo cuerda...? Bueno... -Saleh desechó una idea que se estaba formando en su mente para agilizar el diálogo- No, lo que sucede es que ha recobrado la lucidez. O al menos está tan lúcida como habitualmente…

Saleh parecía intentar explicar algo complicado con palabras sencillas.

- Mira, no estoy seguro de qué es Yune. Pero parece que está en sincronía con el flujo de maná del mundo. Hace ya años… me pareció notar una variación. No le di importancia, los magos sabemos que eso pasa de cuando en cuando. Coincidió cuando la torre fue derribada por el Amanecer Dorado, y apareció ella por primera vez.
- Entiendo. Es algo que puede pasar en cualquier caso.
- Sí. Volvió a pasar poco después de que ella comenzara su reciente crisis. Creo que percibe esas cosas con mucha más intensidad que los demás magos…
- Ve al grano, Saleh. Aún no sé qué hago aquí.
- Es verdad. La justa… Se cancela. Te enviaré a otra misión más importante.
- ¿¡Qué!? Las justas son uno de los mayores reclamos del castillo…
- Da igual, esto es más grave. Pedí ayuda a Canas, Calill y Moulder para averiguar el centro de la variación del flujo mágico… del maná. Normalmente suele estar en lo profundo de la tierra, o más allá del cielo, donde se producen los cambios naturales que afectan al mundo. Pero no lo encontramos ahí.
- ¿Dónde estaba ese centro?
- En Ohma.
Titania parpadeó.
- No hemos recibido noticias de Seth y los otros.
- Ohma no está tan cerca –argumentó Saleh-, hay muchas razones por las que podrían haberse entretenido. Podrían haber perdido un carro de avituallamiento, podrían haber tenido que quedarse a restaurar el orden en el pueblo… Pero hace demasiado que partieron, y ni siquiera nos ha llegado un mensajero. No voy a esperar más.
- Iré allí, soy quien mejor conoce la zona. –confirmó Titania.
- No voy a correr riesgos, ni a retrasarme un instante más por “mantener el alto nivel de la academia”. El asunto pasa a alerta roja. Como no quiero ver muertos en la justa al no estar tú, que entiendes cómo trabajan tus chicos sobre los caballos, la justa se cancela.
- Ah, y no irás sola. –Continuó el mago- Antes fuimos descuidados. Está pasando algo siniestro. Un maestro de magia irá contigo, una guarnición de soldados de élite, y…
- No, no. –Negó Titania.
- No tengo tiempo para tonterías, la situación podría ser grave.

Titania frunció el entrecejo. Saleh era un tipo inteligente, pero su diplomacia era discutible. Muchos de los nobles del continente le habrían rebanado la cabeza tras hablar con él, si no fuera uno de los mayores representantes de Kair Ardulus, y uno de los archimagos más poderosos del mundo.

- No la vamos a arreglar mandando un batallón. El que enviamos antes no tenía magos, pero era numeroso y bien armado. Y no han vuelto. Si queremos averiguar lo que pasa, es mejor que seamos sigilosos.
Saleh pareció sopesar los riesgos.
- Como quieras. Pero Kair Ardulus no puede prescindir de más maestros ante una amenaza tan difusa. De modo que tan sólo un maestro del círculo que sea mago, irá contigo. También irá un alumno competente de sanación. –Saleh se llevó una mano a la cabeza en un gesto típico de fatiga- Dioses, ojalá esto hubiera pasado el año pasado. Los chicos son demasiado inexpertos.
- Yo no llevaré a alumnos. Es una ridiculez. Elegiré a dos buenos soldados.
- Me parece bien, pero avisa a Syrene o se enfadará… No quiero pasar por eso otra vez. Y luego anuncia a tus chicos la cancelación de la justa.

Titania hizo un gesto de saludo militar y se marchó. Pero mientras daba la espalda a Saleh no pudo evitar esbozar una sonrisa.



Eliwood y Ike ya habían llegado al campo de instrucción número dos, donde se celebraría la justa. Aún llovía con intensidad, de modo que aguardaban bajo la grada cubierta.

Los alumnos de la escuela, y muchos de los guardias que tenían el día libre, se acercaban para tomar asiento y entretenerse con el “juego”. El que fueran novatos quienes se batían sólo implicaba que los aspectos de interés diferirían, no que dejaran de existir. En lugar de buscar la mejor batida, los espectadores buscarían los errores más absurdos. Como por ejemplo, aquel muchacho que casi tres años atrás, cuando cargaba contra el oponente, alzó la lanza… tanto, que cayó de espaldas del caballo.

Sobra decir que el pobre chico tuvo que aguantar las burlas durante todo el tiempo que duró su formación. Claro que ahora que Geoffrey era conocido como el general más joven de su época y una de las mejores bazas del reino de Crimea, la gente ya no se reía de él, sino con él.

- Menudo tiempo hace para nuestra primera justa, ¿eh?
- Sí.

Era difícil charlar con Ike. Eliwood trató de buscar algo más que decir.

- Bueno… ¿cómo lo llevas? ¿Crees que tienes posibilidades de ganar?
- Ninguna.

Eliwood esperó un momento. Como no obtenía más respuesta, empezó a pensar en por qué se retrasaban tanto Lyn, Héctor y Mist. De Héctor se lo esperaba, pero…

- De estar él aquí, Ephraim ganaría. Era el mejor con la lanza.

El pelirrojo casi saltó del sobresalto al oír de nuevo la voz de Ike.

- Pero él no está, así que ganarás tú. –Terminó Ike con su imperturbabilidad habitual.
- Bueno… eh… gracias, creo.

Y para rematar la sorpresa, Ike sonrió. Eliwood se sintió mucho más cómodo. Generalmente apenas parecía humano dado su carácter silencioso y hosco.
De pronto, apareció Mist. Venía corriendo, cubriéndose de la lluvia con una capa. Tras ella, Eliwood vio a Lyn y Héctor.

- ¡Ya era hora! Sé que dije que me adelantaría, pero… -comentó el pelirrojo.
- ¡Es Titania, Eliwood! ¡Nos la hemos encontrado! Héctor la saludó y nos dijo…

Mist había corrido demasiado rápido para adelantar a los demás. Tenía que recobrar el aliento, de modo que Héctor retomó la conversación.

- Nos dijo que se iba a cancelar la justa. Cuando le insistí, aparte de castigarme con cincuenta flexiones, dijo que iban a Ohma.
- Ohma… ¿No es allí donde dijo Ephraim que iba? –preguntó extrañado Eliwood.

La idea entró en su mente como si fuera a cámara lenta. Ephraim y Eirika no habían vuelto. Habían preguntado por ellos, pero la respuesta era siempre la misma: “Aún no hemos recibido mensajes”. Ahora se cancelaba una justa, y enviaban un nuevo destacamento, con la instructora más experimentada, al mismo pueblo.

Algo estaba pasando, algo malo. Tal vez una rebelión, o un gran grupo de traficantes de esclavos, o un mago loco. Por los rostros de sus amigos, todos pensaban lo mismo. Estaban preocupados.

- Hola, Mist. –Saludó Ike a su hermana.
- ¡Qué bien que estás aquí! Quería hablar contigo. Ohma está en Crymea, así que quizá deberíamos decírselo a papá…

El alto joven no pudo responder, porque la voz de Titania se elevó por el campo con una potencia asombrosa.

- ¡Atención! ¡Escuchadme todos! ¡La justa queda cancelada! ¡Los maestros e instructores que me escuchen, salvo que reciban instrucciones opuestas del director, por favor! ¡Reuníos conmigo en el patio de armas! ¡Los alumnos, volved a los barracones! ¡El resto, dispersaos y volved a vuestros puestos! ¡Ahora!

Los amigos se reunieron. Ninguno tenía ganas de ir a los barracones. Mientras Eliwood, Ike, Mist, Héctor y Lyndis trataban de decidir qué hacer, un enorme animal cayó del cielo. La lluvia se apartó desplazada por una fuerte ráfaga de viento. Los chicos se cubrieron los rostros por la gran salpicadura y la tierra levantada, pero no pudieron evitar empaparse.

Un gran pegaso blanco estaba había aterrizado ante ellos. Era una hermosa criatura de blanca crin, con unas enormes alas cubiertas de plumas mojadas. La mujer que lo montaba llevaba la tradicional armadura ligera. Bajó y se reunió con Titania, que parecía esperarla.

Las jinetes de pegaso (porque los pegasos no consentían que los montaran varones) eran una de las fuerzas de élite de Kair Ardulus. Rara vez entraban en liza directa, se consideraban una fuerza estratégica, reservada para asuntos de emergencia. Los chicos nunca habían visto a las jinetes de la academia. Todos se pusieron pálidos.

- Es… es una mensajera, nada más.
- ¿Habrá… estallado la guerra?

Lyn hizo esa pregunta, la duda que rondaba las mentes de todos.

- No puede ser –rechazó Eliwood-, Crymea no tiene enemigos políticos en Tellius, ni siquiera competidores en ningún aspecto importante. Y sus alianzas son muy sólidas desde la antigüedad. Meterse con Crymea casi es meterse con todo Tellius. Y si pensáramos que es Crymea la que ataca, tampoco tiene sentido. El rey lleva la herencia política de su linaje hasta en las venas… Crymea es partidaria de la paz desde tiempo inmemorial.

Todos se quedaron callados. A nadie se le ocurrió nada que objetar, y la idea de la guerra empezó a parecerles un poco tonta.

Casi todo el mundo se había ido ya del campo empapado.

- Mist, avisaré a papá. Veré al encargado del palomar. En cuanto deje de llover, enviarán un mensaje.
- De acuerdo.
- Yo voy a hablar con Titania –dijo Eliwood.

Los demás le miraron.

- Está reunida, tiene asuntos importantes que tratar. Te mandará al infierno. –Dijo Lyn.
- Quiero saber qué les ha pasado a Ephraim, Eirika y Seth.
Y fue hacia la cámara. Tras mirarse mutuamente, Héctor le siguió. Lyn fue detrás. Después de despedirse brevemente de su hermano, Mist también fue. Ike marchó a enviar su mensaje.

La tarde avanzaba y el día se oscurecía aún más. No parecía que fuera a salir pronto el sol.


FIN DEL CAPÍTULO
Última edición por Manzor el 14 Ago 2013, 07:29, editado 1 vez en total.

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Capítulo 9: Ohma

Titania estaba furiosa. Claro que, ¿cómo no iba a estarlo? Aquella tendría que ser una misión sigilosa, debían pasar desapercibidos. No podía creer que tuviera que llevar a los mocosos con ella.

Al final del día habrían salido de Serenes. O al menos, algunos de ellos. Quizá Titania matara a un par antes de que el momento llegara.

- Bah, yo lo único que digo es que la sanación es útil y tal, pero tiene que ser un aburrimiento. –Héctor argumentaba con ligereza. En cambio, la chica de cabello rosa chillón y túnica blanca, parecía a punto de estallar. Su chillido hendió el aire de nuevo.
- ¡No, no, no! ¡Retíralo! ¡RETÍRALO, YA! ¡Dar golpes sí que es una tontería, tú…! ¡BORRICO! ¡ANIMAL!
- ¡CALLAOS LOS DOS! ¡Serra, cierra la boca de una vez! ¡Y Héctor, haz el favor de dejar de provocarla!

Héctor se reía en esos momentos. Al sentirse aludido, adoptó una postura de pura inocencia que lo hizo parecer absolutamente culpable.

No fue fácil para Eliwood conseguir que Titania le dejara ir. Tuvo que montar un gran jaleo y amenazar con hablar con su padre de ello y con el de Ephraim. Casi fue expulsado en el proceso, pero entonces, decidieron ceder. Había que marchar de inmediato, y Saleh personalmente habló con Titania. Les dejarían ir con una condición: Si eran una carga, los dejarían donde los mensajeros de Kari Ardulus pudieran encontrarlos y recogerlos. Y Calill tenía permiso para hacer uso de su magia contra ellos si se negaban. La orgullosa hechicera les dedicó una sonrisa siniestra mientras Saleh imponía tal condición.

Eliwood no podía creer que ese momento aún no hubiera llegado.

- No puedo creer que tenga que soportar a esos animales… -refunfuñaba la chica del pelo rosa.

Serra era la mejor aprendiz de la especialidad de sanación de ese año. Eliwood había tenido la esperanza de lograr que Mist viniera, porque confiaba en ella y la chica deseaba ir. Sin embargo, Serra había tenido mejores resultados en lo que llevaban de curso, y el pelirrojo no se atrevió a poner a prueba de nuevo la paciencia de Titania y Saleh. El director del centro estaba claramente enfadado con él. Incluso dudaba que le dejaran continuar los estudios tras aquella misión.

Serra había resultado ser exactamente la clase de persona que uno espera encontrar como hija de algún noble caprichoso. De hecho, era más caprichosa y arrogante que casi todos los nobles caprichosos y arrogantes que Eliwood había tenido la desgracia de conocer. Además, era sumamente mandona y exigente. Antes de empezar el viaje, exigió a Lyn que ensillara su caballo.

Lo sucedido a continuación no fue una escena agradable para nadie, pero al menos, Serra ya no se atrevía a dirigirle la palabra a Lyndis.

Por otro lado, desde que partieran Héctor no había dejado de tomarle el pelo y hacerla enfadar. Eliwood trataba de centrarse en sus pensamientos a pesar de los esporádicas voces de uno y otra, y Lyn parecía ajena y preocupada.

No estaba siendo un viaje divertido.

- ¡Si no dejáis de comportaros como críos, os juro que os lanzaré un hechizo de sueño y os dejaré aquí tirados! ¡Y os advierto que esas huellas que vimos no eran de perro!

Calill parecía realmente furiosa. Lo curioso es que daba menos miedo que Titania. Los chicos habrían esperado, conociéndola, que la instructora de armadura blanca diera más voces que nadie y se enfadara más que nadie, pero de hecho, era la más silenciosa. Su rostro giraba ante el menor sonido entre los árboles. Eliwood reconoció el comportamiento de los veteranos que su padre descartaba cada año para el ejército de su tierra natal.

- Algunas personas han sufrido demasiado –decía el padre de Eliwood en esas ocasiones-, sobrevivieron y diríamos que son excelentes guerreros, pero ya no son buenos soldados. Su cabeza les puede jugar malas pasadas, y pueden acabar volviéndose más peligrosos que un aprendiz de mago con mucha creatividad. Es mejor licenciarles y pasar una compensación a sus familias que les permita vivir bien, y dejarles recuperarse el resto de su vida.

El pelirrojo observaba la actitud de Titania con creciente temor. Parecía tensa, y al contrario que Héctor y Serra (que se habían callado súbitamente tras la última amenaza de Calill), no creía que Titania temiera a los lobos que merodeaban por el antiquísimo bosque.

“No hay razón para dudar de ella”, se dijo Eliwood. Sin embargo, vio el rostro de Titania al volver ella la cabeza un instante. Y la inquietud del noble de Pherae creció, al ver a su instructora una sonrisa de alegría en el rostro, que se truncó al cruzarse sus miradas.

- Deberías coger ese bulto. No lo has atado bien –le dijo en tono serio, consiguiendo sobresaltar a Eliwood.

Justo entonces, uno de los paquetes de comida que había subido a su caballo resbaló y cayó al suelo.

Mientras se detenía para recogerlo, los demás siguieron avanzando. Lyn se quedó atrás.

- ¿Qué te ocurre, Eli? Estás muy intranquilo. No me parece que sea sólo por los gemelos y el instructor Seth.

El pelirrojo quedó sorprendido. Lyndis podía ser muy observadora a veces.

- No sé… Normalmente no pensaría así… pero no estoy seguro de confiar en Titania. Parece algo… distante…
- Está de vacaciones, Eli. Está disfrutando.
- Si me llamas Eli, yo te llamaré Serpiente, ¿vale? –dijo el interpelado algo molesto. La chica se encogió de hombros, divertida. - ¿Por qué dices que está de vacaciones? Esto es grave… ese comentario no me tranquiliza precisamente.
- Si yo tuviera que quedarme enseñando a tarugos que no saben sostener una lanza y que se caen del caballo, querría que me dejaran salir de aventura, a luchar. No te preocupes por ella, está sobre sus cabales. Simplemente está disfrutando.

Lyndis se marchó para alcanzar al resto, y Eliwood la siguió enseguida. Tal vez Lyn tuviera su edad o incluso fuera más joven, pero era mucho más madura en algunos aspectos. Aunque no había dicho nada, su vida en las llanuras no podía haber sido fácil. De hecho, aunque sabían que era de familia noble, nadie casaba bien del todo cómo podía una bárbara de las llanuras tener la ascendencia para acudir a la academia de Kair Ardulus.

Sin embargo, el pelirrojo decidió no calentarse más la mente. Tras las palabras de Lyndis se sentía más tranquilo (a su pesar), y la actitud de Titania dejó de preocuparle.

Unas horas después llegaron al umbral de la arboleda y decidieron acampar. Ya estaba atardeciendo, y no querían ir más lejos en la oscuridad. La lluvia había cesado, y todos se sentían con esperanzas renovadas al apearse de las monturas.

Siguiendo las órdenes de Titania, los alumnos se dividieron para buscar agua y madera. Calill se acercó a Titania.

- ¿Qué te sucede? Si es por los críos, no te preocupes. Mi amenaza era real. Los dejaré tiesos con un hechizo como sigan dándome dolor de cabeza.
- Lo sé. No es eso.

La mujer suspiró. Calill no lo entendería, como la mayoría de los guerreros, Titania respetaba la magia, pero no veía en Calill más que una bibliotecaria con poder.

- ¿Quieres matar cosas, eh? –Ronroneó en un tono extremadamente bajo la hechicera.
- ¿Cómo…?

La guerrera quedó estupefacta, pero se recuperó. Los maestros de Kair Ardulus eran siempre excepcionales. La mujer ya debería estar acostumbrada a no subestimar a nadie.

- Necesito desfogarme, eso es todo. Y con esos chicos ahí…

Titania vio volver a Héctor, que parecía discutir en voz baja con Serra para no ser oídos. Pero la chica iba gradualmente elevando el tono de su aguda estruendosa voz, que perforaba los oídos.

- Te preocupan, ¿verdad?
- Sí. No deberían haber venido.

Unas ramas crujieron, y Titania sacó su hacha como si la hubiera tenido lista para ello.

- Eh, vamos, comandante. Quiero vivir un poco más.

Había dos hombres. Uno era rubio, con una corta coleta. Era quien había contestado. Una sonrisa franca surcaba su rostro. El otro tenía el pelo verde y rizado, y expresión adusta.

- Forde y Kyle… mis dos mejores soldados. Me alegro de veros.

Titania sonrió. Conocía bien a esos dos soldados. Estaban en una misión especial fuera del castillo, pero en cuanto ella les mandó un mensaje, acudieron de inmediato.

- Con vuestra ayuda quizá podamos manejar esto.



Cabalgaron durante varios días más, atravesando a bastante velocidad la región de monte bajo al sur de Crimea. Pasaron la frontera en medio de un bosque. No tuvieron ningún problema para pasar, aunque detectaron en la distancia algunos jinetes de pegaso de Crimea, que sobrevolaban constantemente su territorio. ´

- ¿Por qué no se ocupa de esto el ejército de Crimea? –preguntó Héctor- Seth no tendría por qué haber ido allí si se hubieran ocupado los Crimeos.
- Es una cuestión política –rebatió Calill-, Crimea nos deja a nosotros la búsqueda de amenazas para la seguridad internacional, como el resto de reinos. Por eso Kair Ardulus es la sede de sus consejos y reuniones, el lugar seguro donde ninguno teme acudir y ser traicionado. Nosotros garantizamos equidad y justicia para todos.
- O sea, para nadie.

Pero el comentario de Lyndis fue en voz baja, y nadie pareció oírlo excepto Eliwood, que la miró con atención. Sin embargo, ella no le devolvió la mirada ni dijo nada.

Por fin, llegaron a la región noroeste de Crimea. La aldea de Ohma no fue difícil de encontrar, estaba en una zona algo accidentada, junto a una colina en el llano.

- Bajad de los caballos. No entremos haciendo demasiada ostentación. Los ataremos aquí. –Dijo Titania.
- Oh, vamos. Estamos muy lejos –protestó Héctor.
- No seas malcriado, Héctor –le riñó con su voz chillona la sanadora-, nuestras monturas merecen descansar al menos tanto como nosotros.
- Creí que los habías llamado bestias inmundas…
- ¡Eso te lo llamaba a ti, so…!

Calill hizo un gesto y ambos cayeron al suelo, rechazados por un fuerte golpe. O eso les pareció.

- Eso –dijo Calill- ha sido una descarga eléctrica. ¿A que no lo habéis visto venir? No hay nada más rápido que el rayo. Por eso es la magia más mortal de todas. De modo que no me obliguéis a hacer algo más contundente.

Ninguno de los dos había sido hechizado nunca, y estaban muy impresionados. Se levantaron con los ojos muy abiertos y dejaron de protestar.

- Vamos.

Eliwood nunca había estado en Ohma. Sin embargo, la cultura de Elibe provenía en gran medida de la que los colonos de Crimea y Daein habían llevado, por lo que no esperaba que fuera muy diferente en arquitectura de las aldeas de su país. Y no se equivocaba. Ohma era una aldea normal. Tenía chozas, y algunas casas más elaboradas, de dos pisos, pero esas eran escasas. Había también cobertizos, graneros y cercados para animales.

Sin embargo, no había animales. De hecho, no había seres vivos en absoluto.

El pueblo yacía abandonado.

Durante largos minutos caminaron por las callejuelas de la aldea, pero era definitivo: Allí no había nadie. Finalmente, dado que Titania era reacia a permitir que se separaran para buscar a Seth, Ephraim y Eirika, decidieron pasar la noche en lo que parecía una posada abandonada.

Titania, Forde y Kyle entraron primero para asegurar el lugar. Luego lo hizo Calill, y finalmente los alumnos. Descubrieron que la gente del pueblo debía haberse marchado apresuradamente; la comida seguía pudriéndose en los platos desde hacía semanas. Asqueados, subieron a los dormitorios y se repartieron guardias nocturnas. Al día siguiente seguirían buscando.

Había algo en el aire. Eliwood no era capaz de conciliar el sueño, aunque la cama no estaba realmente sucia (parecía que la hubieran preparado para dormir en ella la noche siguiente, y luego lo olvidaran y se marcharan). El silencio era excesivo. No ladraban perros, no maullaban gatos. No se oía el graznar de los cuervos ni nada parecido. El silencio era total.

Dado que no oía roncar a Héctor, Eliwood supuso que estaba despierto. Y sabía con certeza que Lyn también lo estaba porque le había visto los ojos abiertos.

Nadie dormía. Todos esperaban algo.



Finalmente el joven pelirrojo se levantó de la cama. Se echó la capa al hombro y bajó las escaleras del edificio silencioso. Abajo, se encontró con Forde y Kyle. Las guardias se efectuaban por parejas. Ellos eran el segundo turno.

Los dos soldados estaban charlando, pero callaron al ver al chico, y le observaron brevemente.

- ¿Qué pasa, chaval? ¿No puedes pegar ojo? –preguntó el rubio, Forde.
- No. ¿Por qué…? ¿Por qué el cielo está rojo?

Los dos soldados miraron al cielo. Los nublos que lo cubrían tapaban la luna y las estrellas, y habían adoptado un tono rojizo intenso, que arrojaban sobre los edificios abandonados de la aldea tonalidades espectrales.

- Calill dice que podría ser contaminación mágica, o producida por experimentos mágicos, o por humo mágico, o alguna chorrada de esas –afirmó el soldado.

Kyle permanecía callado.

- Bueno, ¿cómo te va en la academia, chaval? Eres el hijo de la casa de Pherae, ¿no?
- Sí… bueno, hay mucho que aprender…
- Oh, y aprenderás, ya verás.
- ¿Vosotros fuisteis alumnos?
- Kyle y yo fuimos los mejores. Somos de la última promoción, de hecho.

Aquello impactó a Eliwood.

- ¿Y no sois… comandantes, ni generales, ni nada importante?

Su comentario fue seguido de un incómodo silencio. Forde parecía molesto, pero Kyle le miraba interesado. El hombre rubio parecía a punto de hablar enfadado, pero al hacerlo primero Kyle, su tono fue de sospecha.

- Hablas casi con tono esperanzado.

El joven se rascó la cabeza con cierto embarazo. Forde pareció sorprenderse un poco y abandonó su actitud beligerante. Kyle continuó.

- No a todos nos atrae la idea de comandar hombres, Eliwood de Pherae. Algunos somos soldados de corazón. Luchamos, y obedecemos órdenes, y es lo que nos gusta hacer. De todos modos, Forde y yo somos tenientes en nuestros escuadrones. No tenemos demasiada autoridad, pero tampoco carecemos de ella, por desgracia.
- Oh… Pensé que… No importa.

La mirada aguda de Kyle parecía atravesarle.

- Sé lo que piensas. Pero no te preocupes. He oído hablar de ti y de tu padre. Estoy seguro de que estás hecho para el mando. Tarde o temprano lo asumirás, y no lo cambiarás por nada.

Forde parecía haber entendido mejor la situación tras la intervención de su compañero, y palmeó amistosamente la espalda de Eliwood con una sonrisa amable mientras el joven volvía arriba. O eso quería hacer hasta que oyó el ruido de pisadas de botas de hierro. El tono rápido denotaba inconfundiblemente una emergencia.

Titania apareció con su armadura blanca expuesta (durante el viaje había ido casi completamente cubierta con una capa), y parecía venir de la cocina.

- Eliwood, despierta a los que están arriba. Calill y yo hemos encontrado una trampilla. Comenzaremos la misión.

Mientras Eliwood subía presuroso las escaleras, Titania fue a la entrada a avisar a los soldados de guardia.



Todos estaban reunidos en la maloliente cocina, excepto Forde, que se había quedado haciendo guardia en la entrada del edificio, “por si acaso el cielo se vuelve contra nosotros”, le había pedido Titania. El comentario podía parecer una broma, pero los alumnos ya conocían bastante a la instructora como para saber que no gastaba bromas.

En la cocina había una trampilla. Del interior llegaba una ráfaga de aire frío, lo que demostraba que debía conectar con alguna sala amplia o con el exterior en algún otro punto distante.

- ¿De verdad… vamos a entrar ahí?

Serra no parecía particularmente emocionada con la perspectiva, pero su expresión no podía atribuirse a su orgullo de noble. Todos los demás tenían expresiones parecidas en sus rostros.

- No me gusta luchar en lugares cerrados. No tengo espacio para maniobrar. –Dijo Héctor.
- ¿Lo dices por tu… amplia experiencia en la batalla, chaval? –preguntó Forde.

Héctor reaccionó sumisamente. Durante el viaje, Forde y Héctor habían alcanzado un notable grado de camaradería a pesar del poco tiempo de que disponían para ello.

Tras un silencio breve, Titania empezó súbitamente a meterse por la trampilla.

- Espera, ¿vamos a entrar de verdad? –repitió Serra.
- No. Tú no –respondió Calill-. Tú, Serra, quédate aquí y espera a que volvamos. Si alguien que no seamos nosotros intenta entrar, de ti depende defenderte y cerrar la trampilla. No distraigas a Kyle, que protege la entrada de la casa. No entres por nada del mundo. Eres nuestra esperanza de sobrevivir si las cosas van mal.

La expresión de la chica de coletas rosa pareció consternada al oír las últimas palabras, pero rápidamente se repuso, y por primera vez Eliwood pudo ver una actitud responsable y adulta en ella, al tomar su bastón y asumir su posición junto al agujero de la trampilla con gesto marcial y sobrio.
Nadie dijo nada. Eliwood, Héctor y Lyndis empezaban a tomar conciencia de que aquello no era un juego ni un entrenamiento, y que se enfrentaban a enemigos desconocidos.

Titania terminó de entrar por la oscura trampilla, luego Forde, Calill y los demás.

Desde el exterior, Serra tragó saliva. Sólo podía oír ecos confusos de órdenes dadas en voz baja, y los ruidos sordos de los pasos sobre la piedra. La luz roja se filtraba por la única ventana de la cocina. La sanadora habría preferido la oscuridad total.


FIN DEL CAPÍTULO

Areynor
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Mensaje por Areynor »

Quiero decir que voy a hacer un hack ROM basado en este fanfict, se que la historia esta incompleta y que el creador lleva 7 años sin conectarse así que me voy a tomar la libertad de hacer el hack si alguien se pone en contacto con el creador y este no esta de acuerdo, abandonaré el proyector

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Mensaje por Areynor »

Areynor escribió: 12 Nov 2020, 14:58 Quiero decir que voy a hacer un hack ROM basado en este fanfict, se que la historia esta incompleta y que el creador lleva 7 años sin conectarse así que me voy a tomar la libertad de hacer el hack si alguien se pone en contacto con el creador y este no esta de acuerdo, abandonaré el proyector
olvidad eso... ya tengo otro proyecto entre manos

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Areynor escribió: 12 Nov 2020, 14:58 Quiero decir que voy a hacer un hack ROM basado en este fanfict, se que la historia esta incompleta y que el creador lleva 7 años sin conectarse así que me voy a tomar la libertad de hacer el hack si alguien se pone en contacto con el creador y este no esta de acuerdo, abandonaré el proyector
Olvidad eso, tengo otro proyecto entre manos... lo dije sin pensar.

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